lunes, 29 de abril de 2013

DE ARQUITECTOS, DIOSES Y PLEBEYOS





La preocupación que  el borrador de Ley de Servicios Profesionales ha generado en el mundo de la arquitectura, va siendo conocida por diferentes sectores de la sociedad, generalmente los más informados. Pese a esta condición de personas formadas y atentas al devenir social, hay quien afirma que realmente el motivo de nuestra inquietud es que  en muy pocos años hemos pasado de dioses a plebeyos.



Tal opinión no es sino síntoma claro del desconocimiento y desconfianza que sobre la profesión tiene la mayoría de ciudadanos, a los que no hemos sabido dar a conocer nuestra realidad y únicamente son capaces, con la sesgada información que poseen, de generalizar sobre el modo de proceder y actuar de los arquitectos en los últimos años tomando como referente la actividad de unos pocos.

Si, estoy inquieto, diría que muy inquieto. Pero no por pasar de ser dios a ser plebeyo. Jamás he creído en mi naturaleza divina, a todas luces inexistente, y siempre me he enorgullecido de ser un "trabajador de la Arquitectura", uno de esos arquitectos que trata de ejercer su profesión lo mejor que sabe, discretamente, con rigor y constancia, alegrándose de cada pequeño logro, convencido de que solo así podemos lograr ciudades más humanas, más justas, más agradables, más hermosas, más sostenibles. Y los demás arquitectos de mi entorno,  aquéllos con los que más me relaciono, tampoco han creído en su divinidad, en el carácter redentor de sus diseños. Somos muchos, una gran mayoría, los que únicamente creemos en el trabajo y en el sentido común; muchos los que no hemos podido pasar a ser plebeyos porque nunca hemos dejado de serlo.

La mayoría de los arquitectos hemos sido ajenos a las decisiones urbanísticas insensatas y a los diseños insostenibles que solo satisfacían el sueño áulico de ciertos sectores político-sociales; no hemos sido escuchados cuando, tímidamente y, cierto es, con menos frecuencia de la necesaria, hemos alzado la voz para denunciar las tropelías ejecutadas en nombre de la Arquitectura, el desarrollo urbano y el progreso; hemos sido apartados de los circuitos de las grandes obras con el argumento de que no éramos suficientemente buenos, no estábamos preparados o no teníamos la experiencia necesaria.

Pero pese a todo, y asumiendo la culpa que nos corresponda por nuestras acciones u omisiones, queremos recuperar la función social de la Arquitectura; intervenir en el diseño de nuestras ciudades bajo nuevas directrices, con centro en las personas y objetivo su bienestar físico e intelectual, colaborando con todos y aprendiendo de todos, ejerciendo simplemente de arquitectos y pregonando a los cuatro vientos que:

EN ARQUITECTURA, SOLO SE PUEDE SER ATEO

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